La emuná de cinturón negro

Hace falta muchísima emuná para enfrentar la realidad de una situación devastadora. Sin fe en Dios, sería algo imposible.

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Yehudit Channen

Posteado en 04.04.21

Hace falta muchísima emuná para enfrentar la realidad de una situación devastadora. Sin fe en Dios, sería algo imposible. Es por eso que tantos grupos de apoyo son de orden espiritual. En los momentos difíciles, tenemos que estar con personas que creen en Dios, pase lo que pase.

 

Todos tenemos la capacidad de vivir en negación cuando la verdad de la situación es demasiado aterradora para aceptar pero con emuná podemos aferrarnos a Hashem y enfrentar aquello que nos parece la pesadilla más terrible.

 

Cuando Dios nos destroza el mundo en el que vivimos, también nos arroja una soga de fe para que nos aferremos. No podemos permitirnos rechazarla.

 

Vivir una tragedia, sea cual sea, es una oportunidad para utilizar cada poquito de fe que podemos juntar, envolver la emuná alrededor de nosotros, como si fuera una segunda piel. Eso nos va a dar esperanza, va a preservar la cordura y nos va a dar coraje.

 

Recuerdo cuánto tiempo me llevó aceptar que mi hija  había sufrido de un daño en su cerebro como resultado del ataque al corazón que había tenido. No podía siquiera aceptar esa realidad. Me oculté detrás de Hashem, como una niñita que se esconde detrás de su padre, asomándose cada tanto para mirar la película más terrorífica en la pantalla de la vida.

 

Yo estaba aterrorizada de mi propia reacción al problema de mi hija. Pensé que iba a perder mi propia cordura… Tarde varios años en poder pronunciar las palabras “daño al cerebro” en voz alta e incluso ahora que las escribo me da una punzada en el corazón.

 

Sin emuná, me habría vuelto loca. Pero poco a poco empecé a aceptar su herida en el grado que podía y con el tiempo fui aprendiendo más del tema. Mi emuná me ayudó mucho y las plegarias por su curación han causado un impacto visible. Hoy nos alegramos de su continua recuperación y si la vieran hoy, jamás sospecharían que hace once años ella no podía acordarse ni de dónde vivía.

 

Siempre que me siento nerviosa por algo, me gusta imaginarme a mí misma dándole la mano a Hashem o incluso estando atada a Él con esas riendas con las que los padres sujetan a sus hijos en los lugares donde pueden perderse. La emuná es lo que impide que me pierda en el medio de un dolor tan intenso.

 

Cuando yo era joven y no era religiosa, solía admirar a la gente por su aspecto físico, su popularidad o por su riqueza. Quería ser talentosa, hermosa, rica y famosa (oh.. qué original!). Para mí eso era “tener éxito”. Ser ALGUIEN.

 

Ahora admiro a la gente buena, a las personas que se enfrentan con pruebas incomprensibles de fe y se vuelven incluso más justos. Esos son mis modelos, la gente a la que admiro. Son mis celebridades espirituales, la gente a la que quiero emular.

 

¡No es que quiera pruebas difíciles! Oramos constantemente para que las pruebas vengan en paquetitos chiquitos: un autobús que se nos escapó, llaves que no encontramos, un leve resfrío… eso está bien. Eso lo puedo soportar.

 

Pero lo que sí quiero es el coraje y la emuná que veo en la gente con la que trabajo, la gente que llego a amar por su espíritu luchador y su decisión de evitar preguntas tales como “por qué yo?”, “¿Por qué ahora?”, “¿Por qué?”. Siempre es bueno seguir asegurando nuestro suministro de emuná, mientras damos las gracias de no tener que llamar a las tropas…

 

Esto me hace acordar de mi hermano Jaim, que tiene cinturón negro de quinto grado. Él puede matar a alguien con las manos, si quiere, Dios no lo permita, y le llevaría solamente un segundo. Cuando éramos adolescentes, yo solía preguntarle: “¿Hoy golpeaste a alguien?”. Para mí él era un súper héroe. Él finalmente me explicó: “Yo trato de evitar las peleas. No busco motivos para lastimar a la gente. El solo hecho de que sé que puedo defenderme me hace sentir seguro”.

 

Yo entendí que dominar el arte de la autodefensa era lo que importaba, tener esa disciplina mientras al mismo tiempo, esperando jamás tener que usarlo.

 

Me di cuenta de que mi hermano, que era un tipo muy duro, se fue ablandando con los años, más refinado y más amable.

 

Todos tenemos que llegamos a ser cinturones negros de emuná. Tenemos que estar listos para todo y al mismo tiempo hacer plegaria todo el tiempo por paz, salud, prosperidad y ciertamente para no tener que enfrentar grandes pruebas de emuná.

 

Y si alguna vez necesitamos recurrir a nuestro arsenal personal, nuestra emuná será nuestra principal defensa contra el impacto de la nueva realidad.

 

Lo esencial es que sepamos que la emuná es más fuerte que la realidad, porque la emuná crea una nueva realidad. Esto puede transformarte de una desdichada víctima de las circunstancias a un gigante espiritual que vence al dragón de la desesperación.

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1. Flor Hernandez

12/24/2020

"me siento seguro con el simple hecho de pensar que me puedo defender, nuestra meta debe ser cada dia buscar reforzar nuestra emuna, y vemos milagros frente y al lado de nosotros". gracias equipo Breslev.

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