Un maravilloso regalo

La humildad de reconocer que Hashem no nos debe nada puede ayudarnos a alcanzar un estado de equilibrio y salud emocional

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Rajel Tzipora Avrahami

Posteado en 16.03.21

 

En los últimos dos artículos, aprendimos que, si bien cada forma de curación es posible por medio de la emuná, aun así, necesitamos chequear el pulso y actuar de acuerdo con el nivel en el que estamos, sin presionarnos demasiado y además tenemos que saber que cada curación tiene su momento y no debemos forzar la salvación antes de tiempo.

 

Ahora vamos a consolidar esta base con el principio de “No me merezco nada” – en hebreo, “lo meguía li klum”. Esto significa que Hashem no me debe nada, y que todo lo que tenemos es un regalo gratuito, solamente porque Hashem nos ama y quiere darnos todo lo mejor, incluso más de lo que nosotros queremos recibir.

 

La humildad de reconocer que Hashem no nos debe nada puede ayudarnos a alcanzar un estado de equilibrio y salud emocional. No sentimos más envidia de otras personas. No nos perseguimos con pensamientos como “¿Qué es lo tengo que es tan malo?”. No sentimos más dolor de las expectativas incumplidas. Y no sólo eso, sino que Hashem nos cubre de bendiciones.

 

Nadie soporta a las personas arrogantes que piensan que se merecen todo. Sin embargo, si bien estos ejemplos extremos nos ayudan a entender lo repugnante que es este defecto, en las circunstancias correctas casi todos a veces pensamos para nosotros mismos: “¿Por qué Hashem me está haciendo esto? ¡No me lo merezco!”. Y esto va seguido generalmente por preguntas tales como: “¿Por qué no tengo X cosa?”  o “¿Por qué ya no tengo a Y?” o “¿Por qué mi vecino tiene Z y yo no?” o incluso “¿Qué fue lo que hizo que fue tan malo?”.

 

De lo que no siempre nos damos cuenta es que estos pensamientos son pensamientos arrogantes. Son pensamientos que están basados en expectativas que tenemos, sin recordar que somos pequeñas personitas que Hashem sustenta en Su gran compasión y Su infinito amor. Yo he pasado por esto mismo muchísimas veces, pero recuerdo un caso en particular…

 

Recuerdo claramente que estaba en la sala de urgencias con contracciones prematuras con mi segundo bebé. Solamente estaba en la semana 17. Ni siquiera me llevaron a la sala de partos a chequearme, porque el feto ni siquiera se considera un bebé que puede nacer hasta la semana 20. Así que estaba en la sala de urgencias común recibiendo suero, y me dijeron que probablemente estaba sufriendo un aborto, y ni siquiera iban a tratar de detenerlo. Me enviaron a casa y me dijeron que volviera cuando empezara a sangrar.

 

Todo el camino a casa y los días siguientes los pasé preguntándome las mismas preguntas: “¿Qué es lo que hago mal? ¿Qué fue lo que hice mal?”. Primero renuncié a todo lo que conocía para cambiar mi vida por completo y empezar a cumplir la Torá y los preceptos y luego renuncié a todo para mudarme a Israel. Etc, etc. ¿Por qué me merecía esto?

 

 

Entonces me acordé de que cuando estuve en el hospital embarazada de mi primer hijo (el mismo problema, la única diferencia fue que la primera vez estaba cerca de la semana veinte), mi fiel compañero había sido el libro “Las Puertas de la Gratitud”. Entonces volví a abrir el libro y ¿saben lo que leí? ¡No te mereces nada! Incluso Moshe Rabeinu no confió en sus extraordinarios méritos, sino que Le pidió un regalo gratuito a Hashem.

 

 

Ahora entendí. Si hasta Moshe Rabeinu no merecía nada, entonces ¿qué puedo decir yo? ¿Quién dice que me merezco un embarazo sin complicaciones? ¿Quién dice que me merezco otro bebé? ¡Hashem no me debe nada! Nuestros méritos son méritos, y son algo maravilloso, pero no podemos comprar nada con ellos. Todo es un regalo de Hashem. Y mirando hacia atrás, en lo que pasaba con mi vida en esa época, no me di cuenta de todos los errores que estaba haciendo y entonces recordé otra regla de oro: “No hay tribulaciones sin transgresiones”.

 

 

Una vez que entendemos que todo es un regalo gratuito de Hashem, que no nos debe absolutamente nada, ahora podemos dejar de lado todas las preguntas y empezar a concentrarnos en la emuná y la gratitud. Ahora podemos trabajar sobre la gratitud por todos los regalos que nos dio Hashem y dejar de fijarnos en lo que tienen los demás y nosotros no tenemos. Ahora podemos empezar a tener humildad, sabiendo que Hashem es el Creador del universo y que sólo Él sabe qué es lo mejor para nosotros a la larga, cuál es la rectificación espiritual que debemos llevar a cabo, y cómo lograrla.

 

Y ahora empezamos a abrir las puertas de la bendición y la salvación. A aquel que da las gracias, se le dan todavía más motivos para dar las gracias, porque sabe apreciar lo que Hashem le dio, y no da nada por sentado. Por el contrario, aquel que reza basándose en sus propios méritos está haciendo que sus méritos sean examinados e inevitablemente estos resultan ser insuficientes.

 

Y como si esto no fuera suficiente, cuando alguien reza con humildad en que no se merece nada, y confía en la emuná de que Hashem lo ama y quiere darle un regalo gratis porque Él es pura Compasión, sus plegarias son respondidas en virtud de esa emuná.

 

 

 

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